
«¡De cero a un millón en dos años!», se lee en un titular de la prensa norteamericana que cuenta la historia de dos chicos de 19 años que fundaron una empresa y ya ganaron su primer millón de dólares.
«Empezamos con nada, pero esto es el resultado de trabajo duro y ganarse la confianza de nuestros clientes» declaró uno de los nuevos millonarios en Estados Unidos para el reportaje.
Un ejemplo más de como «echándole ganas» uno se hace millonario….¿Verdad?
Es curioso como averiguando más sobre la historia de estos chicos uno cae en la cuenta que sus principales clientes son empresas fundadas por sus padres (quienes ya son millonarios) y del cómo estos con su influencia les consiguieron más clientes a sus hijos.
Y esto nos lleva a lo siguiente: Las historias que los medios cuentan mueven la opinión pública, por años los medios han preferido mostrar este tipo de historias que impulsan «el echeleganismo» en vez de prestar atención a las cosas de fondo, como lo difícil que es subir en la escalera social cuando uno no tiene padres millonarios.
Muchos creen ciegamente que cualquier persona simplemente con «echarle ganas» ya no digamos se hará rica, sino que saldrá de la pobreza, algo que la ciencia ha demostrado falso. Existen factores estructurales que hacen que subir en la escalera social no sea solo algo que se logre con pura voluntad.
Para el caso mexicano «la movilidad social es baja y las desigualdades abismales, aún con ello los mexicanos creemos vivir en una sociedad con más oportunidades de movilidad social de las que realmente existen» se lee en un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) y el Colegio de México (Colmex).
Solo 2 de cada 10 mexicanos logran ascender en la escala social para salir de la condición de pobreza y no es el hecho de que los otros 8 no «le estén echando ganas». Hay que acabar con ese discurso, empezando por los medios de comunicación.
Sí, sí, siempre llega alguien a comentar que conoce a una persona que solo con echándole ganas puso su negocio y ahora es rica. Esas personas son la excepción a la regla, cuando deberían ser la norma.